Llevo meses intentando ponerle palabras a lo que pasó. Y lo sé,  pero solo he conseguido ponerselas a lo que me pasó: me rompiste el corazón. Así fue como recibí tu perdida, fue el impacto de una bala directa a un cristal fino. Estallido. Y aún cortan los cristales que siguen esparcidos. No los veo pero me hieren y no lo evito. Veo el chat de archivados, apareces como el primero por ser el último que añadí tras escribirte. No existe el dia en el que leas lo que torpememente e incredulamente te dije. Salgo y sigo sin entender nada. No es que no quiera,  simplemente no puedo. Me niego. A mi. Pero también reniego de que esta sea la realidad a la que me enfrento. No lo supero aunque sigo mi camino o la estela de la inercia que me he construido. Unos piensan que ya estoy bien, otros ignoran todo lo que mi cerebro escupe. Pero sigo. No sé hacia donde ni tampoco el por qué. Ni si con esto conseguiré algo. Es lo que hay. El tiempo me arrastra y yo, mientras, me dejo llevar por su deriva.

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