Creo en las verdades absolutas aunque están quebradas

Soy una triste, las palabras escritas solo me salen cuando estoy callada y solo estoy callada, cuando estoy triste. Todos lo saben menos los que no me conocen. 

Me exculpan la vergüenza, señalando a mis ojos chivatos.  Todos me miran a los ojos como si fueran el oasis de un glaciar. Pienso que un marrón caoba nunca dijo tanto y ahí está, soltando mis fragmentos. Evidenciándome. Puede que todavía no haya aprendido a vestir el alma y así la paseo, sin harapos y de manera impúdica. Salvaje. Esto y el deseo feroz, instintivo, es lo que me hace animal. Trato de actuar, aprendiéndome el guion de lo que otro alguien quiso decir y lo pone en boca de otros. Luego dirán que esta boca es mía y no de ella, que me hace hablar. Hago porque me hacen hacer. Y si cambio, todo cambiará, supongo, pero eso no va a suceder. Me mimetizo con los otros, ajenos y se convierte en un nosotros, todos.

Me gusta imaginar, me paso el día creando irrealidades y luego dudo, de si son verdad. Trato de poner en mayúscula la inicial de mis sentimientos y al final del día, todas son mujeres: Tristeza, Dolores, Soledad, Nostalgia, Angustia, Melancolía. Como en el catolicismo, sufridoras todas las vírgenes y las santas, mártires y yo, apóstata. Todas con sus nombres propios, yo también tengo el mío, aunque durante mucho tiempo me olvidé de que era su dueña. Que nadie se compadezca, yo ya no siento pena, ni rabia, ni nada. Indiferencia. Supongo que me hizo libre, el agua de otros ojos. La fuerza de otros brazos. Dejo de suponer porque es una verdad absoluta. He probado toda clase de amores y me han gustado mucho los no correspondidos. Demasiado ideales para ser verdad en este mundo imperfecto. 

De todas las manos que me sujetaron en mi ceguera, solo dos fueron capaces de quitarme la venda. Entonces tuve que aprender a mirar(me), como me miraban todas ellas y distinguir las miradas correctas de los ojos asperos.  A veces se me olvida, de todo lo que hicieron por mi. A veces se me olvida, casi siempre, cuando caigo en el agujero de mi calcetín. Allí todo está oscuro, te lo aseguro. 

A veces se me olvida, de lo negra que es la noche sin estrellas que hay en mi habitación. Por eso escribo, para que no se me olvide en esa ceguera rutinaria que soy, en parte, por vosotras que me dais la mano. Escribo para que no se olvide que soy el cuerpo que mi madre creó para algo, soy sus ojos pero veo con los míos. Soy mi padre y mi madre hechos uno. Soy suya aunque me empeño en ser mía. También soy mía, de mis sueños creados por la belleza de lo que me remueve, de lo que me hace dudar, de lo que me deja muda y me conmueve. Soy vuestra en lo que me dejáis ser para vosotras, alguien. Toda esta oda al ser, a veces se me olvida. Cuando estoy triste y no veo nada porque se han empañado los cristales de mi retina, entonces escribo a ciegas para que sea mi voz apagada la que grite y me despierte la voz dormida. 



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