pecera

El ruido de las calles que llenamos es vacío, el silencio de la ausencia me lo recuerda. 
Me encuentro con gente sin buscarla y entre ellas, pasan fugazmente déjà vus que desaparecen.
No sé distinguir entre lo que sueño y lo que he vivido, se me vienen a la cabeza casualidades que asocio a personas que no han dicho nada de las que digo que dijeron. 
Todo el amor que tenía, sigue guardado. Aunque veces lo reparto con facilidad, otras se cae al suelo como folletos de propaganda, publicidad, que me toca recoger. No me pagan por este trabajo desinteresado.  Finjo que me da igual porque tengo el carácter suficiente para ejercer la indiferencia, pero se arruga un poco lo que hay dentro del almario. Finjamos que no lo hemos visto, aunque quede grabado en el chat. Guárdate las migajas para echárselas a los pájaros y a mi no me des nada, que bastante tengo con recoger los charcos de agua que inundan mi baño, se desbordan y se abren hacia mi habitación. Terminará la semana y me compraré una barca para navegar en mi pecera, donde ocupa más mi soledad que yo, que soy flaca y mido un 1,60 y algo. 
El agua me moja los pies y no siento paz. El agua sube como un pantalón por la pierna y llega al ombligo, es talle alto. Por mi cara cae gotitas de humedad que salen de mis ojos porque el agua tiene que salir por algún lado, tal y como entra por las grietas. No aprendí a nadar para dejarme engullir. Nada, nada, na. glu.


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